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viernes, 26 julio, 2024
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Hace 98 años nacía la legendaria Celia Cruz

Celia Caridad Cruz, nació en un humilde barrio de la capital de Cuba, La Habana, el 21 de octubre del año 1.925, si bien algunas fuentes señalan su nacimiento cuatro años antes, otras indican que fue en el año 1.924, datos de difícil comprobación dada la persistente negativa de la otrora “estrella de la música”, a confesar su edad.

Fue la segunda hija de un fogonero de ferrocarriles, y de una ama de casa, Celia compartió su infancia con sus tres hermanos y once primos, donde sus quehaceres incluían arrullar con canciones de cuna a los más pequeños; así empezó a cantar.

Su madre, que tenía una voz espléndida, supo reconocer en ella la herencia de ese don, cuando con once o doce años, la niña cantó para un turista que, encantado con la interpretación, le compró un par de zapatos.

Con el tiempo, luego se dedicó a mirar los bailes y a las orquestas a través de las ventanas de los cafés cantantes, y no veía la hora de ingresar a demostrar su talento.

Ya en su juventud, ingresó a estudiar magisterio para convertirse en maestra como lo quería su padre, sin embargo, cuando estaba a punto de terminar la carrera, la abandonó para entrar al Conservatorio Nacional de Música, siguiendo su sueño de convertirse en cantante que pudo más, y para lo que hasta entonces, sólo contaba con el apoyo de su madre.

Por entonces, cantaba y bailaba en las corralas habaneras y participaba en programas radiofónicos para aficionados, en los que obtenía primeros premios tales como un pastel o una cadena de plata, hasta que por su interpretación del tango “Nostalgias”, recibió un pago de 15 dólares.

En el año 1.950, luego de haber participado en algunas orquestas, y de haber intervenido en varias emisoras, pasó a integrar el elenco de “Cabaret Tropicana”, donde la descubrió el director de La Sonora Matancera, y la contrató para reemplazar a su cantante oficial. Con más de dos décadas de trayectoria a sus espaldas, La Sonora Matancera era por entonces una orquesta popular, conocida por su predilección por los ritmos negros y los sones de trompeta; con la incorporación de Celia como vocalista, sus capacidades la terminaron posicionando como el alma del grupo, cuando la orquesta viviría su edad de oro.

Estando en la orquesta, Cruz aportó con su canción “Cao Cao Maní Picao”, que se convirtió en un éxito, y otro tema posterior, “Burundanga”, que la llevó a Nueva York en abril del año 1.957, a recibir su primer disco de oro. Para aquella época, había ganado ya varios de los apodos y títulos con que quisieron distinguirla: fue la “Reina Rumba”, la “Guarachera de Oriente” y, desde las primeras giras por México, Argentina, Venezuela y Colombia, la “Guarachera de Cuba”.

Después de un año de aplausos en Ciudad de México, Celia Cruz se establecía en Estados Unidos y sellaba su primer compromiso para actuar en el Palladium de Hollywood.

En 1.962, recibió la noticia del fallecimiento de su madre en la isla de Cuba, donde se le impidió el ingreso al haberse declarado detractora de la dictadura de Fidel Castro. Tres meses después, el 14 de julio, se casó con el primer trompetista de la orquesta, Pedro Knight, quien a partir de 1.965, año en que ambos dejaron La Sonora Matancera, se convirtió en su representante. Así, Celia inició su trayectoria como solista junto al percusionista “Tito Puente”, con el que grabó ocho álbumes.

“¡Azúcar!”, era su potente grito que se convirtió en su marca registrada para ser identificada en la apertura y cierre de sus conciertos. Difícilmente alguien ha bailado más y ha hecho bailar más que esta cubana de sonrisa vivaz y persistente que conquistó adeptos de todas las latitudes a lo largo de los más de cincuenta años de su triunfante trayectoria.

Celia conservó hasta el último momento una vitalidad insólita. Feliz con su flamante “Grammy”, al mejor álbum de salsa por “La Negra tiene Tumbao” (2001).

Ya en el mes de noviembre del año 2.002, durante un concierto en México, comenzó a perder el control del habla, por lo que al regresar a Estados Unidos se sometió a la extirpación de un tumor cerebral; desgraciadamente, la enfermedad no tenía remedio.

Con la preocupación de que no pareciera una despedida, el 13 de marzo de 2.003, apareció por última vez en público en el homenaje que la comunidad latina residente en U. S. A, le tributó en la ciudad de Miami, Fl. Por esos días, entre febrero y marzo, grabó un último disco que no llegaría a ver editado: Regalo del alma.

Se sentía optimista y con fuerzas, pero su dolencia pudo más que su portentosa energía: el 16 de julio de 2.003, finalmente falleció en su casa en Fort Lee (Nueva Jersey), a los setenta y ocho años de edad.

Miles de compatriotas desfilaron ante sus restos primero en Miami y luego en Nueva York, donde recibió sepultura. También los cubanos de la isla, pese a la prohibición oficial que había sobre su música durante más de cuarenta años, lamentaron la muerte de la más grande embajadora musical de Cuba, quien dejó un inolvidable legado de alegría a través de sus canciones.

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