En un acontecimiento casual, durante una investigación dentro de otro proyecto, se detectó que estas cuncunas, que despojan de hojas a los robles hualos, habían venido incrementando su presencia año tras año en la zona. El doctor en Ciencias de las Producciones Vegetales, Antonio Cabrera, integrante del Centro de Investigación y Estudios Avanzados del Maule (CIEAM), parte de la Universidad Católica del Maule, compartió su observación: “Luego nos dimos cuenta de que se trataba de la misma cuncuna que estaba afectando las lengas en el sur”.
Este invasor no deseado, una oruga defoliadora, se ganó la triste fama en 2019 al protagonizar uno de los brotes más extensos de insectos en el Hemisferio Sur. Durante ese año, dejó su huella en más de 31 mil hectáreas de lenga, también conocida como roble de la Tierra del Fuego, solo en la ciudad de Coyhaique.
El esfuerzo de Cabrera se enfoca en frenar su propagación mediante un proyecto financiado por el Fondo de Investigación del Bosque Nativo de CONAF. “En una primera etapa, buscaremos cuantificar el daño, para luego proponer métodos de captura”, explicó el científico. Entre estos métodos, se encuentran las trampas de captura con luces ultravioleta que atraen a las polillas, las cuales caen en un embudo donde quedan atrapadas. Adicionalmente, se utilizan trampas de confusión sexual, liberando feromonas para evitar que los machos encuentren a las hembras y, por ende, se obstaculice su reproducción y proliferación.
La “cuncuna espinal”, según el portal Ladera Sur, es una especie nativa ampliamente distribuida en el sur de Argentina y Chile. Su sobrenombre de “cuncunas espinales” se deriva de su distintiva apariencia. Estos insectos se caracterizan por despojar de hojas vastas áreas de bosques nativos, especialmente de Nothofagus de la Patagonia, lo que resulta en la disminución del crecimiento radial de los árboles y, en algunos casos, incluso en la muerte de los más jóvenes.
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